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Palma de Mallorca, Spain- June 16, 2016. Pablo Iglesias , leader of Podemos. In the political rally in Palma de Mallorca, before Spain 's general elections of next June 26 .

El recién finalizado 2021 ha sido trascendental para Podemos, que por primera vez desde su nacimiento en 2014 ha dejado de tener como secretario general y cara visible al profesor universitario y ahora autodefinido como “periodista crítico” Pablo Iglesias.

El próximo día 17 se cumplirán ocho años de la presentación de Podemos en el Teatro del Barrio de Madrid, en la que se anunció que Iglesias lideraría el nuevo partido aprovechando su relevancia pública como tertuliano en televisión y, de hecho, en su primera y exitosa concurrencia electoral -los comicios europeos de mayo de ese año- la papeleta de Podemos mostraba el rostro del profesor de la Universidad Complutense.

Aquella idea fue de su pronto ‘número dos’, Íñigo Errejón. Y que Iglesias ha sido siempre la personificación de Podemos lo pone de manifiesto que el propio Errejón no le disputó su liderazgo ni siquiera en la Asamblea Ciudadana de Vistalegre II, en febrero de 2017, cuando ambos enfrentaron sus modelos conceptuales y estratégicos de partido. La victoria de Iglesias, no sólo en su indiscutida Secretaría General sino también en su lista al Consejo Ciudadano, le dio definitivamente el control total del partido.

En 2019, además, el líder de Podemos tuvo éxito en su apuesta por entrar a formar parte del Gobierno de Pedro Sánchez, a quien había investido incondicionalmente en la moción de censura que el propio Iglesias ayudó a trenzar en junio de 2018. Pese a perder siete escaños, de 42 a 35, entre las elecciones de abril y las de noviembre, el hundimiento de Ciudadanos y el fracaso inaugural de Más País consolidaron a Unidas Podemos como única opción de gobierno para el PSOE.

La misma noche electoral del 10-N Iglesias reiteró su oferta/exigencia de Gobierno de coalición a Sánchez y dos días después, anunciando con apenas minutos la convocatoria a los medios de comunicación, firmaron el preacuerdo en el Congreso de los Diputados.

El líder de Podemos se convirtió en vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, y sus lágrimas y las de otros dirigentes del espacio confederal en la investidura de Sánchez en enero ilustraron la tensión acumulada durante los meses de órdago a los socialistas.

LA CAMPAÑA DE MADRID

Sin embargo, en marzo de 2021, después de apenas un año y dos meses de desempeño gubernamental, prácticamente todo él hipotecado por la epidemia de coronavirus, el imprevisto adelanto de las elecciones en la Comunidad de Madrid decretado el día 10 por su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, supuestamente para evitar una hipotética moción de censura del PSOE y Ciudadanos contra ella como la que se había intentado en Murcia, implicó el todavía más inesperado anuncio de Iglesias, cinco días después, de que dejaba el Ejecutivo para concurrir como candidato a las autonómicas madrileñas y arrebatar su Gobierno a la derecha.

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En el vídeo grabado en su despacho de vicepresidente para anunciar que dejaba el cargo, Iglesias dejó atado y bien atado que quería que le sustituyera en tal puesto la que entonces sólo era ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. Fue encumbrada directamente además como la mejor candidata que podía tener Unidas Podemos, hasta ser la primera presidenta de un Gobierno español. Por su parte, como ministra de Derechos Sociales, pidió a Sánchez que nombrara a la que entonces era, dentro del Ministerio, secretaria de Estado para la Agenda 2030, Ione Belarra.

Fuentes de Unidas Podemos consultadas por Servimedia atestiguaron a posteriori que Iglesias ya les había avanzado desde hacía meses que sopesaba su retirada de la política, en parte porque tenía la sensación de que su figura ya no aportaba nada a Unidas Podemos sino que incluso “sobraba”, y también porque quería evitar a sus hijos el acoso al que radicales de ultraderecha venían sometiendo a la familia apostados en las inmediaciones de su casa en La Navata (Galapagar).

Sin embargo, otras fuentes aseguraron a esta agencia en su día que en el Consejo Ciudadano del 28 de marzo no dio ninguna pista de que se marcharía, sino, al contrario, de que se iba a quedar en política tras el «movimiento político» y la “jugada maestra” de irrumpir contra la estrategia de Ayuso.

Aunque en la campaña electoral no dejó de mostrarse públicamente convencido de que era posible formar un Gobierno de izquierdas en Madrid e intensificó su intento de movilizar a los votantes progresistas con una advertencia continua del presunto peligro de un Ejecutivo de Ayuso con Vox, espoleado además por el misterioso envío de dos cartas con balas a su nombre, Iglesias también trufó sus mítines de reivindicaciones de su legado que retrospectivamente pueden interpretarse como insinuaciones de su despedida.

Por ejemplo, destacó que gracias a su gestión de las alianzas parlamentarias con ERC y EH Bildu, Ciudadanos había pasado a ser aritméticamente irrelevante, y por tanto el PSOE ya no podría gobernar junto a ese partido, y que lo importante de entrar en el Gobierno no era que él hubiera sido vicepresidente, sino que Díaz se hubiera podido revelar como la mejor ministra de Trabajo de la Historia y así proyectarse como nueva líder de Unidas Podemos, que llevaría al espacio confederal al éxito al que él no había podido conducirle.

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EL ADIÓS DE IGLESIAS

Sea como fuere, y por mucho que él hubiera asegurado en las entrevistas de campaña que, si la izquierda no podía gobernar, él permanecería en la Asamblea de Madrid donde los ciudadanos le hubieran situado, la misma noche electoral del 4 de mayo en que su candidatura sólo sirvió para obtener siete escaños en la cámara y movilizar mucho más a los votantes del PP y Vox, anunció su retirada total de la política activa. “Creo que es evidente que a día de hoy no contribuyo a sumar, no soy una figura política que pueda contribuir a que nuestra fuerza política consolide su peso institucional”, comenzó admitiendo.

“Cuando los resultados son los que son, cuando el que te hayan convertido en un chivo expiatorio hace que tu papel para que mejore la democracia en tu país se vea enormemente limitado y movilice lo peor de los que odian la democracia, uno tiene que tomar decisiones sin contemplaciones”, razonó. “Dejo todos mis cargos , dejo la política entendida como política de partido, como política institucional”.

Prometiendo que no iba a “ser un tapón para una renovación de liderazgos que se tiene que producir en nuestra fuerza política”, mencionó de nuevo a Díaz y se despidió, sin admitir preguntas y entre aplausos y suspiros de sus compañeros de partido, con un verso del cantautor cubano Silvio Rodríguez: ”No sé lo que es el destino. Caminando fui lo que fui. Hasta siempre”.

Al día siguiente, en una reunión improvisada de la Ejecutiva del partido a la que ya no asistió Iglesias, Belarra se perfiló como su sucesora como secretaria general, habida cuenta de que Díaz es militante del PCE y no de Podemos. Lo ratificaría con rotundidad la Asamblea Ciudadana Estatal del 12 y 13 de junio, donde la nueva líder de la formación reiteró su compromiso de trabajar para hacer a Yolanda Díaz la próxima presidenta del Gobierno.

LA ECLOSIÓN DE YOLANDA DÍAZ

Desde que la salida de Iglesias del Gobierno la encumbró a líder oficial de Unidas Podemos y su señalamiento como eventual candidata a su líder de cara al futuro, Díaz prefirió dejar para más adelante la decisión de si aceptaba o no el reto, aunque sus primeras designaciones para su equipo dejaron fuera a algunos de los que habían sido máximos colaboradores de Iglesias y levantaron las primeras suspicacias en sectores de Podemos.

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El Barómetro del CIS, en todo caso, que en marzo había pronosticado a Unidas Podemos un magro 9,6% de voto en unas elecciones generales (no llegaba al 12% desde el inicio del curso en septiembre), elevó sus expectativas a más de un 10% en abril y mayo, y a un 12% en junio.

Sin embargo, fue a la vuelta del verano cuando Díaz comenzó a dejar entrever sus intenciones con el anuncio, el 30 de septiembre en una entrevista, de que quería emprender una “conversación” con la sociedad o un “proyecto de país” que no fuera una mera “suma de partidos políticos”; esto ya otorgó una trascendencia electoral a sus planes y nuevos recelos en la vieja guardia del ‘pablismo’ frente al entusiasmo creciente que exhiben por la vicepresidenta Izquierda Unida y Catalunya en Comú.

Con el paso adelante de Díaz bendecido por los últimos Barómetros del CIS, que han otorgado a Unidas Podemos una estimación de voto del 13,7% y el 13,8%, máximos de la legislatura, por encima del 13% de las elecciones de noviembre de 2019 y cerca del 14% de las de marzo (y una notable facilidad para caer bien a votantes socialistas y de Más País), todos los dirigentes de Podemos recalcan en público su apuesta por la vicepresidenta como líder del espacio, pero por ejemplo practicaron un clamoroso silencio en Twitter sobre el acto que celebró en Valencia el pasado 13 de noviembre, al que no fue invitado nadie del partido.

Para este mes de enero, una vez aprobada la reforma laboral, ha anunciado Díaz el inicio de su recorrido por España y su “conversación con la sociedad civil”. Sin elecciones generales en el horizonte ni interés ni capacidad territorial para influir en las autonómicas de Castilla y León y Andalucía, la vicepresidenta irá estudiando sus posibilidades y sedimentando contactos durante los próximos meses, y será Unidas Podemos quien tendrá que batirse el cobre en las urnas con la esperanza de que le irradie la buena imagen de la líder a la que la candidatura trata de seguir asimilada, y de que sus batallas en el seno del Gobierno por la regulación del alquiler, la bajada del precio de la luz, la prestación universal por crianza y las leyes de Igualdad sean recompensadas por dos electorados alejados de Madrid.

(SERVIMEDIA)